Sacerdote mexicano ofrece consuelo a víctimas de un crematorio de Ciudad Juárez, en el que se hallaron 383 cuerpos sin incinerar
- Editorial

- 29 jul
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En entrevista para Vida Nueva, José Alberto Medel, analiza el caso del crematorio Plenitud, que ha desatado dolor e indignación en Ciudad Juárez, pues las familias de cientos de difuntos habrían recibido urnas con un contenido que no correspondía al de restos humanos incinerados

Dolor, indignación e impotencia es lo que se vive en México a casi un mes del hallazgo en Ciudad Juárez (estado de Chihuahua), de 383 cuerpos almacenados en un crematorio de nombre Plenitud, el cual entregaba a los deudos urnas cargadas de tierra y piedras, en lugar de las cenizas de sus difuntos.
Se sabe que, de los casi 383 cuerpos, 213 son hombres, 165 mujeres y 8 indeterminados, y hasta el momento solo 27 han sido identificados.
Las investigaciones continúan a partir de varias denuncias presentadas por algunas familias que dudan haber recibido los restos de sus seres queridos. Otros más han preferido ni siquiera abrir las urnas para conocer el contenido.
En entrevista para Vida Nueva, el padre José Alberto Medel, canciller de la Diócesis de Xochimilco y licenciado en Teología Sacramentaria, reflexiona sobre este drama que, dice, tiene su raíz en la deshumanización que se vive en México, y que se deja ver en los asesinatos, las desapariciones y las graves violaciones a los derechos humanos, así como en la ineficiencia de las autoridades con respecto a la criminalidad y el “ensordecedor silencio de la sociedad”.
El doble dolor de los familiares
El sacerdote mexicano llama a colocar la mirada en quienes sufren ahora un doble duelo: “Ya un día lloraron la pérdida del ser querido fallecido; ahora lloran porque tal vez su cuerpo está embolsado allí en una bodega y porque, aquello que veneraron como los restos mortales de su familiar, no es más que polvo de la tierra y ceniza de cualquier otra cosa”.
Para ellos -continúa el sacerdote- la fe ofrece una palabra de aliento y de esperanza. “Y es que, si bien es cierto que la Iglesia enseña a resguardar honrosamente y con veneración los cuerpos, por el simple hecho de ser personas, y más aún porque fueron marcadas con el don salvador de la gracia bautismal, lo más importante no está allí”.
Agrega: “Esto no quiere decir que el fraude que han sufrido sea menos importante. Lo que quiero decir es que, para un creyente, el valor mayor está en honrar en la fe y en la oración a quienes ya no están”.








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